La Luna
Veo otro amanecer, me costó tanto levantarme hoy para saber que tengo que manejar 4 horas para llegar aquí. Espero ver una erupción como la del otro día, esta vez Roberto no me pudo acompañar, asi que el viaje lo hice con Luna, una artista, para tener otro punto de vista.
Como siempre me atendieron como si fuera un rey,
-¡Al forastero denle la mejor atención!-
Y así fue.
La compañía de Luna evitó sentir que la caminata por potreros fue tan larga, nuestro amigo local iba a caballo viendo el mar caribe que estaba totalmente soleado, nos explicaba como ese día había un baile y que estaba nervioso.
Esta vez no tuve que abrir camino en el bosque lastimosamente; porque me encanta ir con mi machete haciendo el sendero, es una sensación mágica de saber que donde voy está totalmente virgen. El local abría camino con una sonrisa, sabiendo a lo que iba.
Nos venía contando lo mucho que le gustaba la catarata y que hace años no bajaba a verla, se acordaba que había unas cuevas y que uno podía caminar detrás del chorro de agua. La emoción no paraba de fluir.
Después de horas llegamos. La emoción de Luna y la sonrisa que tenía en su cara al ver las tres cataratas fue invaluable. La luna se quedo en la catarata y entendió lo mágico que era el lugar.
Dentro de la cueva se podía ver a través del chorro que era una lluvia fría eterna, y cada ángulo de la catarata era distinto.
Por ultimo pudimos observar varías mariposas morfo que nos acompañaron en nuestro regreso por la montaña. En la noche pudimos compartir con las familias de la zona a carcajadas y compartir las fotos con los muchachos de nuestra edad.
El local ya no estaba tímido para su baile.
A la mañana siguiente vimos el amanecer tocando ukelele, el mar se veía dorado y las montañas del parque nacional barbilla de tonos azules y celestes.
Me hacen mucha falta ahora que estoy en San José.
Siempre me duele regresar.